...Hay ámbitos de la realidad que nos están vedados por nuestra propia torpeza de especie. (...) ¿Y en qué consiste esa torpeza exactamente? Podemos suponer, por ejemplo, que los engranajes de nuestra mente solo nos dan acceso a una parte de la realidad, o solo a unos pocos procesos que siguen cierta lógica, o a las pocas preguntas que nuestro chapucero cráneo es capaz de concebir. [Del mismo modo que un perro no está capacitado para entender las ecuaciones de la relatividad general de Einstein (por mucho que nos esforcemos en explicárselas), es posible que nuestro cerebro no esté capacitado para descubrir la teoría del todo con la que sueñan los físicos teóricos.]
...Pero esto no está nada claro. Nuestro cerebro no evolucionó en un escenario cuántico donde una cosa puede estar en dos sitios a la vez, pero ha sido capaz de descubrir ese mundo en las escalas subatómicas, de formularlo y de ponerlo a su servicio. Los procesos cuánticos siguen cierta lógica, pero no es nuestra lógica, y sin embargo hemos sido capaces de manejarlos. Supongo que esta capacidad para gestionar situaciones extrañas, insólitas, nunca antes vistas, es esa inteligencia general que persiguen los ingenieros de la computación, de momento con poco optimismo...
...¿Podemos, pues, aceptar sin más que hay cosas que no podremos llegar a saber nunca? (...) El avance del conocimiento genera nuevos entornos que condicionan grandemente las respuestas: el origen del universo no era una cuestión científica en tiempos de Galileo, pero empezó a serlo hace un siglo. Cómo las redes neuronales generan la mente no era una pregunta científica en tiempos de Cajal, pero ahora sí lo es, y en parte gracias al propio Cajal... (?)
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